En nuestro día a día utilizamos diferentes contraseñas para acceder a cuentas de correo, bancos, programas, etc. pero todas tienen un denominador común y clave entre ellas, los factores de seguridad para protegerlas y, por lo tanto, mantener nuestra información a salvo.
En plena era digital, la gran mayoría de nuestras operaciones se realizan a través de servicios tecnológicos, que requieren un acceso mediante contraseña y una seguridad que permita trabajar sin riesgos.
Una contraseña segura se resume en que ni el factor humano, ni informático pueda descifrarla, por ello es importante no cometer errores comunes y debemos tener en cuenta que si somos nosotros quienes creamos estas credenciales, deben cumplir ciertos requisitos como:
- No usar datos personales, ni fechas importantes
- Usar mayúsculas, números e incluso símbolos
- No usar relaciones comunes, como 123, o abc
- Cambiar de contraseña según el acceso, no tener la misma para todo
- Cambiar con regularidad la misma
Algo muy común hoy en día es utilizar un gestor de contraseñas, que genera aleatoriamente un código alfanumérico y lo recuerda de manera cifrada a la hora de acceder al servicio.
También tienen la capacidad de integrarse en el navegador, copiar datos y rellenar formularios.
Gracias al gestor de contraseñas, se almacenan y cifran de forma que solo pueda acceder el titular, y con una clave maestra, creando contraseñas seguras.
La inmensa mayoría de los gestores de contraseñas funcionan como aplicaciones en nube, a los que se accede mediante un navegador y con un contraseña maestra, desde ese momento poder añadir todas las cuentas que tengamos y, cuando nos registremos en alguna nueva, almacenar la nueva contraseña, creada por nosotros o generada por el gestor.